Con una carta de los
mismísimos Reyes de Aragón. Así acabó la historia vivida por casi 75 personas
en la villa de QuinBridge durante unos cuantos días de agosto.
Los días 22 y 23 fueron días
duros pues los habitantes de esta villa tuvieron que trabajar a contrarreloj y
con unos cuantos contratiempos.
A primera hora de la mañana
nos llegaban cartas de la
Corte para informar que los
cocineros de QuinBridge habían sido secuestrados por los bárbaros lo que ponía
en grave peligro no solo a ellos, sino a todo el poblado ya que no tenía quien
los alimentara. De tal forma, y muy rápidamente se organizaron turnos y grupos
de trabajo para intentar satisfacer las necesidades alimenticias de toda la
villa. Así, el grupo de Currupipis preparó unos deliciosos aperitivos de paté,
queso y salchicha. Los pequeños, ensalada de pasta fresca como primer plato.
Los medianos, pechugas empanadas y los mayores, flan de postre con galletas y para
merendar más de 300 brochetas de chistorra y longaniza frita.
Poco antes de la finalización
de los manjares aparecieron los cocineros, que habían logrado escapar de las
manos de los bárbaros. Por suerte, estaban sanos y salvos y aun llegaron a
comer todo lo que los demás habían preparado.
A la tarde, tocaba seguir
preparándose para un posible nuevo atraco bárbaro. Jugamos a “los brazaletes y
banderas” juego que nos sirvió para entrenarnos jugando en diferentes grupos y
escalas de “poder”. Dependiendo del número que portaba cada uno en el brazalete
solo podía tomar prisionero a los de otros equipos con un número igual o
inferior al suyo.
Justo antes de la merienda,
era la hora de reunirnos y valorar qué oficios habíamos aprendido y cuales
habíamos conseguido en nuestra Tarjeta de Trabajo Medieval. Los Reyes nos
habían prometido que liberarían a los Condes una vez que la villa hubiera
reconducido su vida y hubieran aprendido todos los oficios perdidos y al menos,
10 habitantes obtuvieran la calificación necesaria en cada uno de los oficios.
Así que comenzó el recuento; carpinteros, canteros, herreros, ganaderos y
campesinos, soldados, pescadores, costureros, exploradores, mercaderes y
comerciantes, bufones y titiriteros, cocineros… todos consiguieron al menos
diez expertos lo que motivó que desde QuinBridge se escribiera a los Reyes de
Aragón una carta pidiendo la rápida excarcelación de los Condes de la
Villa.
El Cuervo voló más rápido que
nunca y antes de medianoche, tuvimos respuesta de los Reyes. Muy contentos por
lo rápido que habíamos aprendido, nos dijeron que de inmediato, los Condes
volverían a la
Villa. Que mientras tanto, preparásemos un gran
banquete y una gran verbena para recibirlos.
No había mucho tiempo para
ello, pero desde los cocineros de la
Villa hasta
los más jóvenes habitantes, se pusieron manos a la obra y consiguieron que a
las 22h en punto de la noche, estuviera todo listo para recibir a los miembros
más ilustres de la corte. Posterior a la cena, (muy sabrosa y con una
ambientación especial) llegó el momento de despedir el campamento, desvelar
quienes habían sido nuestros amigos invisibles, entregarles el regalo y hacer
las representaciones y bailes que todos grupos habían preparado. Después la
fiesta se alargó hasta pasadas las 2 y media de la mañana. QuinBridge esa noche
de fiesta, no quería dormir.
El día 23, sin embargo pasó
todo lo contrario. La villa se encontraba cansada después de diez días de
intensas aventuras. Así que el gallo no cantó hasta las 10 y media de la
mañana. Nos despertamos, limpiamos la casa y habitaciones, hicimos
nuestras mochilas y nos dispusimos a comer una gran paella como premio al
esfuerzo realizado.
Sobre las 18h, un carruaje de
gran envergadura y de color verde lima y que era tirado por cientos de
caballos, nos esperaba en el parque de la entrada a la
Villa para retornar a los diferentes municipios.
QuinBridge comenzaba a llamarse Quinto.
Así llegó la vida a QuinBridge.
Desde todos los que formamos parte del Club de Tiempo Libre, queremos haceros llegar nuestra alegría por los días pasados. Suena a tópico decir que han sido once días insuperables. Pero es real. La magia, la ilusión, el compañerismo y la sonrisa han sido los ingredientes de este plato que ha conseguido despertar miles de sonrisas en las caras de “los habitantes de QuinBridge”. Miles de historias y de aventuras, de experiencias y de recuerdos que perdurarán para siempre en todos los que vivimos por unos días en aquella villa medieval.
Desde todos los que formamos parte del Club de Tiempo Libre, queremos haceros llegar nuestra alegría por los días pasados. Suena a tópico decir que han sido once días insuperables. Pero es real. La magia, la ilusión, el compañerismo y la sonrisa han sido los ingredientes de este plato que ha conseguido despertar miles de sonrisas en las caras de “los habitantes de QuinBridge”. Miles de historias y de aventuras, de experiencias y de recuerdos que perdurarán para siempre en todos los que vivimos por unos días en aquella villa medieval.